Este trastorno es la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente después del Alzheimer y afecta generalmente a personas mayores de 40 años. El proceso se da debido a la pérdida progresiva de neuronas encargadas de producir dopamina, sustancia que ayuda a controlar el movimiento corporal, y el depósito de estas neuronas en forma anormal en una zona del cerebro denominada “sustancia negra”.
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Según explica la Especialista en Neurología Clínica, Dra.
Margarita Paredes, la Enfermedad de Parkinson (EP), tiene una incidencia anual
de 8 a 18 por cada 100 mil habitantes y es más habitual en hombres que en
mujeres.
Pese a que las causas del padecimiento son desconocidas, se
considera el producto de múltiples factores que actúan a la vez tales como los
ambientales (exposición a pesticidas, herbicidas, el entorno rural, el consumo
de agua de pozo, traumatismos de cráneo repetidos) y la vulnerabilidad genética,
la cual desempeña un papel importante en la enfermedad de inicio juvenil,
debido a la mutación de ciertos genes.
Actualmente, el Ministerio de Salud Pública y Bienestar
Social ofrece tratamiento farmacológico así como asistencia integral en clínica
médica, nutrición, y salud mental a los pacientes que sufren este mal, en los
hospitales de Itauguá y Luque.
Si bien, hasta hoy no existe tratamiento curativo, los
fármacos destinados al control de cada fase, el tratamiento individualizado
junto con buena alimentación mejoran la calidad de vida de las personas con mal
de Parkinson. Actualmente, se encuentran en estudios procedimientos no
invasivos como el ultrasonido focal de alta intensidad, que consiste en provocar
termo lesiones un punto del cerebro, guiadas a través de un aparato de
Resonancia Magnética.
Contención familiar como primer paso para lidiar con la EP
La salud mental de la persona diagnosticada con la
Enfermedad de Parkinson es fundamental para mantener una buena calidad de vida.
El impacto de recibir un diagnóstico como este, generalmente causa una carga
emocional intensa en quien lo padece y en su familia, por lo que el
acompañamiento profesional y familiar son aristas importantes en la aceptación
de la enfermedad.
Esta contención debe verse incrementada a medida que el mal
avance y las dependencias aparezcan. Asimismo, seguir el tratamiento
farmacológico indicado por el profesional de salud mental es igualmente
importante para los enfermos.