Los tres primeros años de vida de toda persona son la base de la salud, el crecimiento y el desarrollo en el futuro. Durante este período, los niños aprenden más rápidamente que en cualquier otra época. Es recomendable no dejarlos sin estímulos por un periodo prolongado de tiempo.
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Los recién
nacidos y los niños de corta edad se desarrollan con mayor rapidez y aprenden
más rápidamente cuando reciben amor y afecto, atención, aliento y estímulos
mentales, así como alimentos nutritivos y una buena atención de la salud.
El contacto
directo con la piel de la madre y el amamantamiento durante la primera hora
después del nacimiento ayuda a los recién nacidos a lograr un mejor crecimiento
y desarrollo y a establecer un vínculo con su madre.
El tacto, el
oído, el olfato, la vista y el gusto son instrumentos de aprendizaje que el
niño utiliza para explorar el mundo que le rodea.
La mente de los
niños se desarrollan rápidamente cuando se les habla, se les toca o se les
acuna, y cuando observan a su alrededor rostros familiares, escuchan voces
conocidas y juegan con diferentes objetos. Aprenden rápidamente cuando se
sienten queridos y seguros desde el nacimiento y cuando juegan y se relacionan
con frecuencia con los miembros de la familia. Los niños que se sienten seguros
observan por lo general un mejor rendimiento escolar y superan con mayor
facilidad las dificultades que presenta la vida.
El amamantamiento
exclusivo, cuando el niño lo pida, durante los primeros seis meses; la
introducción oportuna de alimentos complementarios seguros y nutritivos a
partir de los seis meses; y el amamantamiento constante durante los dos
primeros años de vida, e incluso más, posibilitan que el niño obtenga
beneficios en materia de nutrición y de salud, y que además tenga un contacto
frecuente con la persona encargada de su cuidado y reciba su cariño.
La manera más
importante en que los niños se desarrollan y aprenden es por medio de la
relación con los demás. Cuanto más los adultos o los cuidadores hablan y
responden a los niños, más rápido se desarrolla su aprendizaje. Los
progenitores o las personas encargadas de cuidar a los niños deben hablar, leer
o cantar a los recién nacidos y a los niños de corta edad. Incluso cuando los
niños no tienen capacidad para comprender las palabras, estas primeras
“conversaciones” le permiten desarrollar su lenguaje y su capacidad de
aprendizaje.
Los adultos
pueden ayudar a los niños a aprender y a crecer ofreciéndoles cosas nuevas e
interesantes para mirar, escuchar, sostener o jugar.
Nunca debe
dejarse solo a un niño pequeño durante períodos prolongados de tiempo. Esta
práctica retrasa su desarrollo físico y mental.
Las niñas
necesitan la misma cantidad de alimentos, atención, cariño y cuidado que los
niños. Todos los menores necesitan aliento y admiración cuando aprenden a
realizar y decir nuevas cosas.
Cuando un niño
no crece bien, física o mentalmente, los progenitores tienen que procurar la
ayuda de un profesional de la salud.
Enseñar primero
a los niños en su lengua materna les permite desarrollar su capacidad para
pensar y expresarse por sí mismos. Los niños aprenden el idioma rápida y
fácilmente por medio de canciones, historias familiares, rimas y juegos.
Un niño que
haya sido vacunado completamente y que haya recibido una alimentación adecuada
tiene mayores posibilidades de sobrevivir y es más capaz de relacionarse con
los demás, de jugar y de aprender. Esto reducirá los gastos que tenga que
confrontar la familia en atención de la salud, las ausencias escolares y la
pérdida de ingresos que sufren los progenitores cuando tienen que atender a un
niño enfermo.
El componente de
Desarrollo Infantil Temprano es implementado en las Unidades de Salud de la
Familia, con la premisa de captar niños en la más temprana edad posible e
implementar esta estrategia a los efectos de estimular un desarrollo
psicomotriz y cognitivo eficiente que será de gran utilidad para el resto de su
vida.